Clamor de júbilo y victoria se oye en las tiendas de los justos : La diestra de Yahvé hace proezas, magnífica es la diestra de Yahvé. (Sal 117, 15-16), y ¡menudo prodigio! La derecha del Señor me ha resucitado. Gracias a El no moriremos, sino que viviremos y contaremos las obras de Yahvé (Sal 117, 17-18). En efecto, hemos sido preservados del ángel exterminador (Ex 12, 7) gracias a la Sangre de Cristo derramada en los montantes de las puertas, quiero decir en la madera de la Cruz.

Ayer, junto con Cristo, estábamos atados a esta Cruz para sacrificar todos nuestros pecados, hoy, glorificados con El. Ayer, moríamos, hoy estamos vivificados con El. Ayer fuimos sepultados, hoy con El hemos vuelto a la vida.

Glorifiquemos a Dios, glorifiquemos al Padre que, para rescatarnos, no ha dudado en sacrificar a su propio Hijo único (Rm 8, 32). Glorifiquemos al Hijo, verdadero Isaac (Gn 22, 10), Cristo, el Alfa y Omega, el Principio y el fin de todas las cosas, que está desde toda la eternidad en el seno del Padre, igual a El, que siendo uno con El, no retuvo celosamente el rango que lo igualaba a Dios, sino haciéndose pequeño El mismo, y humillándose más aún para obedecer a su Padre hasta la muerte, y una muerte en cruz (Flp 2, 6-8) acaba de conseguir una gran victoria. La muerte ha estado devorada por esta victoria de nuevo estilo. ¿Oh muerte, dónde está tu victoria? ¿oh muerte, dónde está tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado (1 Co 15, 54-56), y del mismo golpe, ha vencido al que tiene el poder de la muerte, es decir al diablo (He 2, 14), mereciendo así el ver una larga posteridad (Is 53, 11). ¡Aquí estamos salvados!

¡Es el Señor quien lo ha hecho, es una maravilla para los ojos! Este es el día en que ha obrado el Señor, exultemos y gocémonos en El (Ps 117, 23-24).

Desde entonces, Cristo resucitado es nuestra única luz, la que brilla en las tinieblas, y que las tinieblas del pecado no han comprendido (Jn 1, 4). Y sin embargo, es la luz verdadera que ilumina a todos los hombres (Jn 1, 9). Siguiéndolo no andaremos en tinieblas sino que tendremos la luz de la vida (Jn 8, 12). Ya que como verdadera columna de fuego, nos permite atravesar el desierto de la prueba y del exilio lejos del Padre, y a pesar de ello, tan cerca, en marcha hacia la Patria Celestial.

Verdadera columna, digo, con El hemos estado sumergidos en las aguas de la tribulación para hacer morir en nosotros al hombre viejo, diciendo con san Pablo : es en la muerte de Cristo que hemos sido bautizados con el fin de vivir por El en una vida nueva (Rm 6, 2-4).

Si Cristo nuestra Pascua ha sido inmolado, ahora ha resucitado. Así pues celebremos esta fiesta, no con la levadura del pecado y de los afectos desordenados, sino con los ácimos de pureza y de verdad (1 Co 5, 7-8).

Vivamos en la alegría. Ha borrado como una nube nuestras iniquidades, y ha evaporado nuestros pecados ; volvamos a El porqué nos ha rescatado (Is 44, 22). Nos ha llamado por nuestro nombre y no lo hemos reconocido.Nos ha ceñido y no lo hemos conocido (Is 45, 4-5). Respondamos a su llamada. Nunca más tendrá por nosotros un rostro severo, ya que es misericordioso. Únicamente reconozcamos nuestra falta (Jr 3, 12-13). Nos curará de nuestra infidelidad, nos amará de todo corazón ya que su enfado se ha apartado de nosotros (Os 14, 5) por su Muerte y su Resurrección. ¡Se ha cumplido la Redención!

P.Cyprien M. osb