Cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí, dice el Señor (Jn 12, 32). Nos atraerá por lazos de amor (Os 11, 3-4), porque no hay amor más grande que dar la vida por aquellos a los que se ama (Jn 15, 13), nos dijo Jesús, ayer por la tarde, después de la Institución de la Sagrada Eucaristía. Y aquí está la obra del amor que llega hasta el extremo (Jn 13, 1). La prueba de que el Buen Dios nos ama, es que Jesucristo murió por nosotros cuando éramos pecadores (Rm 5, 7-8) crucificándolo. No obstante, el amor llama a la reciprocidad, igual que la imitación. Os he dado ejemplo para que hagais lo mismo que he hecho por vosotros (Jn 13, 15).
Si, Jesus se ha ofrecido es porqué así lo ha querido (Is 53, 10) y con un gran deseo (Lc 22, 5), por amor.
No hay ninguna contradicción con su aversión al Huerto de Getsemaní y su plegaria durante tres horas para que el cáliz de los sufrimientos que le esperan pasara lejos de El (Mc 14, 35). Al contrario, no ha sido más que la revelación de que era a la vez verdadero Dios y verdadero hombre. Verdadero Dios: es El quien decide la Pasión y la quiere para rescatarnos de las garras del infierno, y para reparar la ofensa hecha a su Padre. Que sepan que es vuestra mano y que sois vos, Señor, que haceis estas cosas (Ps 108, 27). Verdadero hombre que no quiere la cruz ni el sufrimiento, puesto que no es del hombre llevar la cruz, amar la cruz (Imit. de J.-C. II, 12).
Es por eso que pide a su Padre en un acto de abandono filial que se haga su santa voluntad en vez de la suya (Lc 22, 42).
La Pasión es un acto de amor para salvarnos, para permitirnos entrar en el Paraíso. Porqué no hubiera servido de nada haber nacido si no hubiéramos sido rescatados. ¡Oh admirable compasión de la bondad divina hacia nosotros ! ¡Oh inestimable ternura de su Amor misericordioso ! Para rescatar al condenado, el Padre ha entregado a su Hijo (Exultet).
En efecto, el Hijo es entregado en el Lagar del sufrimiento como si estuviera abandonado por el Padre, para vivir los tormentos del pecado, ese pecado que es la incompatibilidad misma con la santidad infinita de Dios. Es todo aquello que aleja de Dios, puesto que el pecado es puro egoísmo, mientras que Dios es puro Amor. No obstante, vemos a Jesús substituirnos en un acto de sublime amor, hacerse pecador entre los pecadores, pecador en el lugar de los pecadores y convertirse así en el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo (Jn 1, 36). A pesar de todo, muchos hombres seguirán pecando y condenándose, volviendo inútiles para ellos los frutos infinitos de su Muerte. Este es el motivo de la agonía de Jesucristo. Entonces, Jesús seguirá sufriendo de forma mística su Pasión, y seguirá buscando corazones generosos para que sean corredentores, y llevar a cabo lo que falta en sus cuerpos de la Pasión de Cristo para la salvación del mundo (Col 1, 21). ¿Encontrará algún corazón generoso? He esperado que alguien se entristeciera conmigo, pero nadie lo ha hecho, y tampoco he encontrado a nadie que me consolara (Ps 68, 21). Pues, la tentación está muy cerca, y no hay nadie que me socorra (Ps 21, 12). Misteriosa soledad que impulsa a Jesús a gritar : Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado ? (Mc 15, 34), aunque también haya dicho : Viene la hora – ya ha llegado – en la que os dispersareis, cada uno por su lado y me dejareis solo. Pero, no estoy solo : el Padre está conmigo (Jn 16, 33).
¿Cómo responderemos a esta llamada de Jesús? Ya que aún hoy en día, podemos acompañar a Jesús en su soledad, compartir su Pasión. A través de nuestra aceptación de la cruz de todo momento, lo aliviamos en su Pasión hasta cicatrizar sus llagas (cf. Jesús a santa Faustina). En eso, nos honra convirtiéndonos en corredentores de la obra de salvación que ha llevado a cabo una vez por todas (Hb 10, 10).
El primero que comprendió esto es Simon de Cirene (Lc 23, 26). Jésus experimentó un inmenso consuelo. Es por ello que no duda en recompensar al alma generosa que se ofrece y se une a El. Convirtámonos en cirineos en la obra de redención de Cristo.
No tengamos miedo porqué somos sus servidores y los hijos de su pequeña sirvienta que es su Madre y nuestra Madre (Sal 115, 6).
Os he dado ejemplo para que hagais lo que he hecho por vosotros (Jn 13, 15). ¡Oh alma mía, mira y obra según el modelo que el Señor te ha mostrado en la montaña santa! (Ex 25, 40). Porqué elevaré los ojos a la montaña desde donde me viene mi salvación (Sal 120, 1).
Cuando sea elevado de la tierra, lo atraeré todo a mí
P.Cyprien M. osb